Mañana de silencio y facturas
De tranquilo sol de puro mate
Con el diario frágiles lecturas
En las plazas algún jaque mate.
Caminar por las calles vacías
Sin los autos en las avenidas
Vuelven esos dulces embriagados
Restos de una noche que ha finalizado.
Se refugian en habitaciones
Esos últimos cantores de tango
Recostados en grises pensiones
Del Abasto entre el oro y el fango.
Mediodía en las casas de pastas
Hacen fila esos familiones
Que se unen como grandes castas
A la mesa de rojos ravioles.
Sobremesa entre truco y asado
Vale cuatro aceitunas y vino
La carrera de un auto dorado
Son los fierros un ritual divino.
En la radio suenan los partidos
Peregrinos fieles a la cancha
Por la tarde el color más querido
Son los goles en una avalancha.
A la vuelta tarde de matices
Tortas fritas y algunos bizcochos
La nostalgia se llena de grises
Y los cielos se vuelven morochos.
Es temido ese atardecer
De domingo día de descanso
Pensativo es el anochecer
Hasta el loco se vuelve más manso.
Implacable llega la tristeza
Y mañana a empezar de nuevo
Un reloj duerme sobre la mesa
Y el domingo, un dolor pasajero.
Martín Moreno